Hoy enfrentamos un dilema importante: por un lado, el beneficio del transporte y, por otro, el daño al medio ambiente debido a las emisiones de los motores diésel. Estas emisiones son una forma de contaminación que proviene de la quema de diésel en camiones, autobuses, trenes, barcos y algunos autos. Los gases de escape contienen partículas pequeñas de hollín y sustancias químicas peligrosas como el benceno y los óxidos de nitrógeno.
Las partículas de los gases de diésel son tan pequeñas que pueden entrar en los pulmones y el torrente sanguíneo, causando irritación y problemas de salud como tos, dolores de cabeza y mareos. Por eso, es importante buscar alternativas que reduzcan estas emisiones sin comprometer la eficiencia de los motores.
Han surgido soluciones, como el uso de combustibles alternativos o híbridos, que buscan equilibrar la eficiencia del motor y reducir la contaminación. Sin embargo, cada camión tiene diferentes condiciones de operación (como velocidad y temperatura), modificando continuamente la demanda requerida de combustible.
En muchos casos, se añaden combustibles auxiliares de manera fija, sin tener en cuenta las demandas específicas del motor. Esto puede ser un problema, especialmente con combustibles como el hidrógeno, que se quema seis veces más rápido que el diésel. Si no se controla bien, puede dañar el motor al generar una combustión demasiado rápida (máxima potencia de la combustión cuando el pistón se encuentra en pleno recorrido de subida). Por eso, es esencial administrar cuidadosamente la cantidad de combustible auxiliar que se usa en cada momento.
Alejandro Vega Herrera
Gerente General SBP Motors