Pongamos el contexto: hace un tiempo atrás escribimos una editorial llamada “Hablar mucho de innovación se volvió poco innovador”, y años después quizás podríamos decir lo mismo; sin embargo, no es así, la palabra innovación evolucionó y se posicionó en cada cosa que hacen instituciones, empresas, gobiernos y suma y sigue, es como una moda, si cualquier cosa que hagamos no tiene la palabra “innovación” no tiene estatus, pero solo en la forma, por lo cual la primera pregunta que se nos viene a la mente es ¿qué pasa con el fondo de la innovación? ¿Estamos viviendo la segunda revolución industrial versión innovación? Claramente no, o no extrañaríamos tanto a Steve Jobs y sus creaciones, quizás lo que estamos viviendo es una fiebre por querer crear cosas distintas, pero quizás no viendo la “big picture” como le gusta decir a los norteamericanos.
Qué duda cabe que se han creado productos y servicios innovadores, pero ¿estos son coincidentes con el gran despliegue mediático y de recursos invertidos? Pareciera que no, y esto se puede estar dando por muchas razones, quizás una de éstas pudiese radicar en los “incentivos perversos” para llevar a cabo los proyectos, ya que como la innovación tiene efecto mediático de corto plazo, los gobiernos se empecinan en dar “incentivos” económicos para hacer prototipos, presentar proyectos y colocar centros, ya que de esa forma se pueden sacar una selfie mediática en el cual muestran como que el país de turno es innovador, y como está de moda, vende y produce efecto; aunque después del primer año la mayoría de las “innovaciones” subvencionadas mueran en el intento, pero entonces ¿qué falla?
Quizás generar ambientes propicios para una innovación de verdad, como por ejemplo países con una buena educación de base, que permita desde los colegios generar una conducta de “mejora continua” tal como lo tiene Japón, si hay un país que da premios por hacer bien el trabajo, quiere decir por matemáticas simple que el resto no premiado ¿no lo hace? No sabemos quizás por ahí va la razón de tanta falla al momento de innovar.
Pareciera ser una vez más que la educación es la clave, pero una educación que no sea un mala copia de países desarrollados, sino una que se adapte a la realidad de cada país, para esto deben mirarse al espejo y decir ¿en qué somos buenos como país? Mirar la historia, errores y aciertos, y empezar a construir por ahí; algo está claro, por mucho que queramos copiar a Steve Jobs, jamás seremos Steve Jobs, sino que quizás seremos un Juan Pérez (nombre ficticio) que hizo algo distinto, más criollo, más artesanal o quizás más humilde, pero con el gran valor agregado de que no le copió a nadie y fue simplemente él en su creación.
Sin duda, el Señor Jobs es un grande, pero no todos somos él, sin embargo, la buena noticia es que somos personas individuales con otro valor agregado, solo hay que mirarse al espejo y descubrirlo, siendo honestos con nosotros mismos podemos empezar a cimentar nuestra cultura innovadora, viviendo el estereotipo de otra persona es muy difícil.
Hagamos el ejercicio de descubrirnos, sí que queremos innovar de verdad, saber que no nos gusta y que nos apasiona, una vez que tengamos claro eso, sin lugar a dudas, estaremos en camino a lograr cosas grandes, sin pasión por lo que no gusta es muy difícil que pueda haber innovación, por mucho que salga en todos los medios de comunicación cada día que seamos innovadores, no seamos un copy paste de personas o empresas que no somos, seamos distintos, ¡¡¡viva la diversidad!!!
Equipo deLogística.com
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PD: En deLogística hace dos años nos miramos al espejo y hoy somos lo que somos, chiquititos, más simpáticos, más pesados, más colorinches, pero hay una cosa que tenemos súper clara, somos nosotros mismos, somos únicos.
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