DeLogística es un sitio triple resultado, pero también humano… Muchas veces enfocamos la logística en los típicos procesos industriales; sin embargo, hoy cada vez es más frecuente una logística silenciosa, humana, que llega a calar en los huesos y en el corazón, es esa logística que nos habla de los más profundo del amor en todo el sentido de la palabra, esa logística que hacen muchos papás para ver y estar con sus hijos, para abrazarlos, quererlos, enseñarles y sobre todo darles los valores y ética para que se defiendan en la vida; ya sea que estén viviendo en la misma ciudad o a miles de kilómetros, el sentimiento es el mismo y la logística y peripecias para estar con ellos son similares.
DeLogística quiere y debe mostrar esta realidad, que muchas veces es una logística bi-modal o tri-modal o unimodal, en fin, son horas y caminos que recorrer para llegar a las personas que más cuidamos y queremos: nuestros hijos.
Contaremos el milagro –no los santos- por respeto a los niños y familias involucradas, son historias reales dignas de contar, que sienten estos logísticos que se llevan el premio máximo, el amor de sus hijos:
Primera Historia Real: “La travesía logística al sur” (contado en primera persona)
“Siempre recuerdo el día que nació mi hijo, aquel día de invierno yo trabajando en Santiago y él naciendo en una ciudad de la IX región, fue miedo y felicidad a la vez. Lo primero que hice fue pedir permiso en el trabajo para viajar y esperar su llegada, fue emocionante mi primera logística en Bus para llegar antes de que naciera, viaje toda la noche para llegar esa madrugada a las 6:30 A.M de ese día memorable, yo cansado del viaje y sin poder dormir mucho pensando si nacerá bien, si estará bien, si tendrá hambre, si tendrá frío etc., un sinfín de interrogantes para un primerizo independiente, soltero e inclusive inmaduro; sin embargo, ahí estaba con todos mis miedos esperando a la pulga, al piojo, al enano, etc. todos los adjetivos calificativos habidos para ejemplificar lo que no conocía. Llegué en medio del frío y la lluvia del sur de Chile, pero llegué y ahí estaba, como dirían los logísticos cumplimos y llegamos a tiempo para ver como nacen nuestros hijos, la primera vez que lo ví supe que no nos separaríamos más y esto es literal, en toda la magnitud de la palabra.
Así fue como pasaron los años, estuvo conmigo en Santiago un par de años después de ese acontecimiento, hasta que se fue al sur de vuelta definitivamente con su madre a 700 km, lo cual por un contrato legal y frío quedamos que cada 15 días a firme podía ver a mi hijo, simplemente todo un desafío logístico, sin embargo, el amor definitivamente más fuerte.
En la primera ciudad de la IX región que vivió solo llegaban buses, aquellos que tenían solo un horario, recuerdo a las 23:55 los días viernes y llegaban a las 06:00 A.M el sábado en aquella ciudad sureña donde con suerte abren un local a las 10 A.M; así que cuando llegaba esperaba 4,5 horas en el terminal de buses. ¿Por qué? Porque legalmente debía recoger a mi hijo a las 10:30 A.M, muerto de frío, sin embargo, esa no era mi preocupación, sino que no estuviese lloviendo en aquella pequeña ciudad ya que como iba en bus los recorridos y juegos los debíamos hacer a pie, caminando, por lo que no quería que mi pequeño hijo de 4 años y medio se resfriara, ahí mi preocupación, recuerdo que teníamos hasta las 20 hrs, de ahí me iba al terminal de buses a esperar que mi bus saliera a las 22 hrs con destino a Santiago.
De estos viajes tengo algo que me marcó para siempre, llegué a aquella ciudad después de viajar toda la noche un viernes saliendo del trabajo como siempre, y habían 2°C de temperatura y lluvia, yo rogaba en el bus que cambiara el clima y poder sacar a mi chiquitito a pasear y jugar a la pelota; sin embargo, el clima no cambió y cuando llegué igual (a las 10:30 A.M) a golpear en aquella casa a buscar a mi hijo, solo para decir, mejor que mi chiquitito se quede en casa que hace mucho frío yo me devuelvo a Santiago, y él observándome en la ventana me miró, entró a la casa a buscar una bufanda, doble parka y me dijo con su carita : “papá, vamos que estoy listo y abrigado”, se me apretó el corazón y supe que mi hijo es el mejor logístico del mundo, mi esfuerzo no es nada al lado del que hizo él. Los niños siempre nos enseñan.
En los últimos 8 años he viajado en todos los medios de transporte menos el marítimo, porque la ciudad en donde vive mi hijo no tiene mar, si lo tuviese llegaría nadando, hasta el día de hoy ese chiquitito –con 13 años ya- sigue como el primer día que se fue al sur, esperándome y yo esperando verlo como el primer día.
Mi hijo calculó –como buen matemático- que he dado 60 veces la vuelta a Chile completo estos años, sólo para vernos, somos uno, somos familia, somos hogar, si no fuera por mi hijo ni siquiera estaría contando esta historia real llena de vida. Te amo hijo mío.”
Atte.
Papá Anónimo pero Real (más conocido como Anónimo Conocido)
Esta es la primera de las grandes historias de papás que luchan día a día por ver a sus hijos, con una logística que supera cualquier obstáculo, los mueven lo más grande que mueven a un ser humano: el amor a sus hijos.
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