Trenes en Chile, ¿cuestión de nostalgia?

Se me vienen tantos recuerdos cuando pienso en los trenes, que una editorial no alcanza a reflejar lo muy importante que fueron (y que son) no solo en mi vida sino que en la de muchos chilenos. Por ejemplo, a los 7 años fue mi primer viaje con mi mamá desde Talca a Valdivia, un viaje apasionante donde se podían apreciar los paisajes maravillosos del sur de Chile; o recordar ese viaje inolvidable con mi padre y mis hermanos menores en el Ramal de Talca a Constitución (hoy monumento nacional); o simplemente pensar en mis viajes nocturnos universitarios hacia Temuco en el “Rápido de la Frontera”; en fin, son muchos los recuerdos transformados ya hoy en nostalgia.

Hablar de los trenes en Chile es hablar de épocas de auge y decadencia; partiendo por el año 1851, el día de Navidad, cuando se realizó el primer viaje en tren en nuestro país, desde Caldera a Copiapó, en una locomotora que llevaba el nombre de la ciudad de destino, “La Copiapó”. Desde entonces ha pasado de todo: aperturas y cierres, ramales desmantelados, proyectos reimpulsados y después abandonados por poco rentables, en fin, mucha historia, asociada a nuestros acontecimientos y las necesidades sociales y económicas de Chile; sin embargo, a pesar de todos estos altos y bajos, el tren sigue siendo considerado un medio de transporte seguro y sobre todo muy entretenido cuando se trata de movilizar pasajeros.

Si damos un vistazo por el mundo nos encontraremos con muchos países que proyectaron hace más de un siglo las redes ferroviarias como su medio de transporte más importante, y aquí el primero a nivel mundial es sin duda el Transiberiano en Rusia, inaugurado en el año 1904, con una extensión de 9,259 kilómetros (ver los top ten deLogística https://www.delogistica.com/top-ten-en-logistica/ ) y todavía en funcionamiento; aquí surge la primera pregunta: ¿Qué nos pasó en Chile si tenemos 4,200 kilómetros de extensión?

En nuestro país debemos diferenciar dos tipos de transporte ferroviario, uno de pasajeros y otro de carga. El primero hoy con suerte sale de Santiago y llega hasta Chillán, es decir, primero llegaba hasta Puerto Montt, después hasta Temuco y al final nos quedamos como destino Chillán. En cuanto al transporte de carga, aquí hay básicamente iniciativas de recuperación de ramales, con un sentido de aprovechamiento de lo que hay y adaptándose a las vías (muchas veces viejas) para generar zonas de acopio, pero en su mayoría de graneles o commodities sin mucho valor agregado. En este escenario ¿Qué hacemos?, quizás volver el transporte ferroviario una política de Estado con una mirada de largo plazo; en un gobierno -entre el año 2000 al 2006- se instauró el proyecto trienal que comprendía el recuperar el transporte de pasajeros desde Santiago a Puerto Montt, sin embargo, hoy llegamos sólo hasta Chillán.

En algún momento conversamos con las autoridades la posibilidad de ejecutar un sueño, el que los trenes llevasen las ramplas de los camiones en los troncales y que estas ramplas fueran recogidas en cada estación regional por otros camiones; los efectos serían muy grandes, solo por mencionar algunos, se descongestionarían las carreteras, los choferes no conducirían largas horas, disminuiríamos la huella de carbono y los trenes podrían convivir con los camiones en armonía sin quitarse espacio unos con otros, pero ¿cómo lograríamos esto? Simplemente teniendo una visión de largo plazo.

 Si bien hay que invertir en mejorar las líneas férreas, lo más importante es cambiar los paradigmas y ver en conjunto una visión de transporte integral que genere beneficios que sin duda son de triple resultado; social porque los choferes no harían viajes largos sacrificando su integridad física, familiar y riesgos para otros vehículos particulares en carretera; ambiental porque disminuiríamos sin duda la huella de carbono al hacer viajes en camión más cortos reemplazándolos por trenes; y el resultado económico, ya que el solo hecho de reducir los accidentes disminuye los costos de seguros de carga, daños a terceros o pérdidas de camiones y vidas; sin duda el beneficio es incalculable, pero para todo esto debemos pensar a largo plazo.

PD: me encantaría que mi madre hiciera el mismo viaje a Valdivia pero ahora con sus nietos, la belleza del sur no cabe en palabras.

Rodrigo Rojas Toledo

Director Ejecutivo delogistica.com

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